En estos tiempos donde todos contra todos canta Fito Páez en su tema “Al lado del camino”, en estos tiempos donde vivimos en un mundo muy pobre en interrupciones, en entres y entretiempos, la aceleración suprime cualquier entretiempo exclama un filósofo contemporáneo. Estos tiempos que corren donde las palabras vuelan más que nunca, con o sin fundamento, solo para llenar horas radiales, televisivas o el muro de las redes sociales, donde la gente compra lo que escucha o lee al pasar solamente por el quien lo dijo o escribió y no por su contenido, ya que no hay tiempo para ponerse a reflexionar, el fútbol recibe un montón de adjetivaciones que no escapan al contexto en que se vive. El lenguaje no solo es un instrumento del comunicar, sino también del pensar y el pensar no necesita ver. Un ciego esta obstaculizado, en su pensar por el hecho de que no puede leer, solo lo hace en su sistema y por lo tanto tiene un menor soporte del saber escrito, pero no por el hecho de que no ve las cosas en las que piensa. A decir verdad, las cosas en las que pensamos no las ve ni siquiera el que puede ver: no son visibles. Estamos en un momento donde la información brota por todos lados y en la misma medida la desinformación, esta puede ser sin ninguna intención o por supuesto y en mucha mayor medida direccionada. Estamos pasando por una época multimedia donde como bien su nombre lo indica los medios de comunicación son numerosos y la televisión ha dejado de ser la reina de esta “Multimedialidad” (por Multimedialidad se entiende conceptualmente la unificación en un solo medio de la palabra escrita y hablada, además del sonido y la imagen). Y como bien se sabe la información genera opinión y quien maneja la información no solo tiene poder en estos momentos sobre quien lo sigue sino también con el que no lo hace por las diferentes formas de llegada que posee, que es tan poderosa que ha de llegarle hasta a quienes no quieren recibirla. Podemos decir que en estos momentos los medios de comunicación tienen el peligroso poder de culturizar y no todos lo hacen con responsabilidad. Por eso se dice que por ejemplo la televisión no es solo un instrumento de comunicación, es también a la vez, “paideia”, un instrumento antropogenetico, un médium que genera un nuevo tipo de ser humano, pero dejaremos esas cuestiones metafísicas para otra oportunidad. Entre muchos defectos que me son propios, algunos trabajados para mejorarlos día a día, hay uno que se me escapa de control y es el de no poder ser superficial, el de no poder caminar por lugares inhóspitos de reflexión, por desiertos de conocimiento esperando, aunque sea, unas pequeñas gotas de agua entre tanta arena.
El fútbol se juega con jugadores y el juego es de los jugadores, no importa todo lo que periféricamente los rodea, sin jugadores no hay juego. Esto viene a cuento de que se ha puesto de moda, vaya a saber con qué sentido, la palabra JUGADORISTA para encasillar a determinados entrenadores. Y como bien pregunta un amigo profesor de educación física en nuestro grupo de amigos y entrenadores: Me pueden explicar a que se refieren en los programas deportivos cuando dicen este entrenador es jugadorista. Pero que es un técnico jugadorista, acaso un entrenador tacticista no entraría en esta categoría, a que se apunta a entrenadores más reticentes a las cuestiones estratégicas y que poseen menos incidencia en lo relativo al juego, es acaso el juego algo manejable desde el banco como si estuviéramos frente a una consola de video juegos, y si jugadorista fuera apoyarse en la capacidad solamente de los jugadores ¿eso no lo hacen todos? Una de las diferencias entre el entrenador y el jugador es la misma que existe entre un músico y un dee jay, nosotros podemos apretar play pero no ser los creadores de la música. Por ese camino es urgente afirmar que todos los entrenadores somos jugadoristas y no hay en esta superficialidad dialéctica algo que sustente la afirmación de que haya entrenadores jugadoristas y no jugadoristas porque todos lo somos.
“Hay que hacer con los mimbres disponibles la mejor canasta” exclamaba el gran León Najnudel refiriéndose como mimbre a los jugadores y a la canasta como el equipo, de esta manera podemos afirmar que era un técnico de basquetbol muy “jugadorista”. Lamentablemente en nuestro país existe una grieta que todavía no cierra en cuanto a lo futbolístico que se hizo mucho más profunda en la década del 80 donde por un lado estaban los que defendían una idea que para ellos estaba basada en el trabajo, minucioso y en la obsesión y la otra en el romanticismo y la dialéctica filosófica del juego. Esto es tan desagradable que no hace falta ni nombrar a los dos grandes entrenadores que hacían liderar los interesados en una escuela u otra. Cuesta en la actualidad seguir escuchando determinadas cosas que atrasan. Yo, como muchas veces pregono, soy un defensor de buscar en el pasado lo que nos ha creado este presente que nos deparara un futuro, ya que el futuro como diría Woddy Allen es un lugar que me interesa y mucho ya que en el viviré el resto de mis días, pero esto no amerita que del pasado traiga cosas que sinceramente no colaboran a un mejor futuro. Marcelo Bielsa dice que “Los que planifican ganan y también ganan los que improvisan o los que responden al instinto, lo que indica claramente que ninguna escuela es mejor que otra, sino que hay individuos que conducen de un manera porque creen en una escuela y otros que creen en otra” pero en la cual esto lo agrego yo “todos son jugadoristas” Entonces desde varias ópticas si se le quiere encontrar un punto flaco a un entrenador lejos está llamarlo “jugadorista”. Y cabe decir que dentro de estos entrenadores Jugadoristas encolumnan a nada más y nada menos que a Carlo Ancelotti como si Guardiola, Mourinho, Tuchel, Nagelsman, Conte etc. no lo sean, salvo que las tácticas y estrategias no las hagan con humanos sino con autómatas, pero bueno un poco más de la dicotomía y contradicciones de la habladuría informativa. Una vez aclarado esto de que todos los entrenadores somos jugadoristas, nada nos exime de nuestras responsabilidades al frente de los jugadores, ya que como a mí me gusta decir el director técnico es alguien que no hace falta que esté pero que si no estuviera haría mucha falta, estas tienen que ver con la conducción, el respaldo basado en el conocimiento del juego y su funcionamiento estocástico, la planificación para llevar a cabo una idea que pueda luego ser interpretada por esos jugadores que nosotros tenemos la difícil tarea de designar para que la lleven a cabo etc. Y ahí si podemos encontrar diferentes argumentos que debatir con el entrenador, mucho más complejos y lejos de la superficialidad de un vocablo. Existe un amplio espectro en el cual un director técnico de un equipo de fútbol o cualquier otro deporte colectivo debe manejarse con sus deberes, derechos y responsabilidades donde el lugar común es el de la gestión de los recursos humanos, los mimbres con los que cuenta para fabricar la mejor canasta, esa se puede hacer planificando más o menos, ejecutando una método sistémico u reduccionista, empleando la escuela metodológica que más le caiga en gracia y una manera de conducir que tendrá que ver con su esencia y su construcción psicológica-emocional, pero siempre siendo JUGADORISTA.
Concluiré citando al maestro Jorge Luis Borges que decía “Felices aquellos que no quieren tener la razón porque todos la tienen o nadie la tiene” pero sin buscar tener la razón tengo por lo menos la hidalguía de sostener orgullosamente y a mucha honra que fui, soy y seré jugadorista. El día que algo que no sean los jugadores defina un partido ahí seguramente debatiremos desde otra perspectiva pero mientras tanto, y ojala sea para siempre, el fútbol les pertenece a los que ejecutan el juego: Los jugadores.
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