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diegofer70

Nace una flor, todos los días sale el sol...


Recuerdo subirme al fluviales esa mañana de noviembre del año 1998, el chofer me escudriña detenidamente y me dice: vos sos Fernández el nuevo arquero de Patronato, contesto afirmativamente y acto seguido me alcanza el diario de Paraná donde una foto mía en grande ocupa la tapa del suplemento deportivo. Don Ducret histórico chofer de la línea y papa de Mariano, un juvenil que sería compañero mío en ese proceso futbolístico, me daba la bienvenida a la familia santa. Aquellos duros tiempos de federal A donde cada zona contaba con equipos poderosos y difíciles y en donde Patronato de la Juventud Católica daba pasos cortos pero seguros tratando de convertirse en protagonista. La austeridad reinaba, y el aroma a amateurismo rociaba de perfume los sueños de todos los que pisábamos el vestuario del Grella. Los personajes de la institución marcaban el camino con la Cata y Titina como abanderados. Viajes interminables a pulmón todos vestidos de celeste por unos buzos que la fábrica Jhonson´s Acero había acercado y no diferenciaba a la distancia entre futbolistas y operarios. Pero nada de eso nos desmotivaba por el contrario nos hacía más fuertes. Y hasta ese año el club en un hecho histórico consiguió que pudiéramos viajar en avión a Comodoro Rivadavia para jugar contra la C.A.I. Recuerdo los entrenamientos en doble turno, pasar a buscar el vale para comer unas pastas en el comedor del ya inexistente supermercado SPAR como así también idas a la distribuidora del gran Tito Hollman a buscar los viáticos del túnel. Qué tiempos aquellos ya lejanos pero para nada olvidados. Ese año se redondeó una gran campaña y ese equipo a base de mucho esfuerzo quedo a un paso del repechaje al caer en la última fecha en Tres Arroyos contra Huracán equipo que unos años después con esa base llegaría a la primera división. Ese plantel santo que era un mix de experimentados como “salchicha” Lell, el “gucho” Zuazaga, la “quica” Pontti, el “Negro” Brites y varios jóvenes que asomaban como “toto” Zapata, “pipo” Cáceres, “sapo” Cabral, “Toti” Burgos, Diego Reynoso y Conrado Besel más algunos foráneos, conducido por Marcelo Fuentes y que entrenaba con los albañiles construyendo la tribuna San Nicolás detrás escribía una parte más de la historia del club. Luego pasados ya varios años el equipo de calle Grella se volvía a cruzar en mi camino. Un día a fines de diciembre Marcelo Fuentes me llamaba antes de entrar a una reunión con los dirigentes para preguntarme si me interesaba sumarme el segundo semestre del torneo Argentino A al club si él al salir de la reunión era el nuevo director técnico, claro que le dije que sí pero en ese momento yo para salir del club en el que estaba debía firmar en Patronato por un año y medio. Después de charlar con Tito este como siempre siendo honesto y responsable con su palabra y accionar me dijo que era imposible firmar ese acuerdo debido a que su mandato terminaba al finalizar el torneo y no querían comprometer a la próxima gestión si no era la de ellos con contratos ya firmados. Como siempre un señor de esos que en el mundo del fútbol no abundan precisamente en la actualidad. Patronato de la mano de Marcelo Fuentes logro el ascenso al nacional B y empezaba a inscribir su nombre en la segunda categoría del fútbol argentino. Algo más que merecido.

Varios años después y luego de haber dejado mi carrera como jugador profesional después de 20 años, tuve la oportunidad de volver a la institución en otra faceta, la de asistente técnico y ya en otro contexto y en otra categoría, el nacional B. Las cosas ya no eran iguales, el club había crecido, había dado pasos hacia adelante. Atrás habían quedado el amateurismo y el semi profesionalismo de otras épocas. Aun así no puedo negar que al abrazarme con Titina el primer día una catarata de recuerdos me invadieron casi hasta llevarme al borde de las lágrimas. Si bien ese semestre no fue deportivamente como todos hubiéramos querido siguió sentando las bases para que al año siguiente el club pueda llegar hasta donde un montón de soñadores de utopías, lo hicieron tan fuerte que hicieron los deseos realidad: La primera división.

El fútbol y los clubes son un electrocardiograma, no existe una linealidad a lo largo de la historia. A través de los años hay altibajos, se disfrutan triunfos, se sufren derrotas pero lo más importante es que la pelota sigue girando y mientras eso sucede la historia se sigue escribiendo. Mientras avanzo en la escritura se me viene a la mente el ratón Gey desaparecido hace poco en la puerta del vestuario de la cancha de Crucero del Norte la fatídica tarde que nos quedábamos sin la chance matemática de ascender a primera división, los dos con los ojos llorosos en un vestuario desgarrado por un resultado futbolístico y un sueño roto, nos abrazamos y él me dijo: Ahora anda a saber cuándo tenemos otra chance como esta. Miren que cosa la chance estaba ahí nomás a la vuelta y uno como bien humano no tenía ni idea de que existía. Pero como dije la pelota siguió rodando y mientras ella gira todo es posible. También lo fue este año. Patronato no pudo a pesar de haber hecho la mejor campaña de su historia en primera división salvarse del descenso. Y si bien cumplió con creces por el esfuerzo realizado (leer mis columnas “tiempo de valientes” y “la importancia de las formas” escritas hace un tiempo) no le alcanzo para festejar lo que podría haberse caratulado como un milagro futbolístico. Pero, la pelota siguió girando y cuando ella gira hasta el más incrédulo debe creer. No podía ser en vano el funcionamiento del equipo, no habían sido casualidad los puntos obtenidos, no podía caer en saco roto la energía que la gente dispersaba hacia los jugadores en forma de agradecimiento y orgullo por defender de la forma que defendieron la camiseta aun cuando ya todo parecía perdido, y claro que no fue así, porque el fútbol le tenía guardada a la vuelta de la esquina la más linda de las revanchas, una que tal vez nadie en un primer momento tuvo en cuenta obnubilado por el temor de perder la categoría. Y mientras los partidos del torneo seguían y seguían estrechando cada vez más el cuello de la botella, por otro lado y en silencio el equipo daba pasos hacia adelante en la copa Argentina. River y Boca quedaban marginados por el equipo de la tierra del mate y todos los verdes. Se agigantaba la figura del Patrón cual Urquiza en sus gestas de antaño, el interior pisaba fuerte y se hacía sentir Entre Ríos daba cuenta de los cucos porteños y junto a otro atrevido cordobés enfilaban para Mendoza a decidir quién iba a ser este año el más grande de la Argentina ganando la copa más representativa de todas a nivel local.

La historia de las instituciones está plagada de aciertos y desaciertos como la vida misma y el fútbol como eje conductual ayuda desde su incertidumbre ya que ni los aciertos te acercan siempre a los triunfos ni los desaciertos te alejan tampoco, esas inexplicables situaciones que no tienen una razón lógica. Y así es que la felicidad de los clubes es fluctuante no importa su historia, su condición económica o su lugar de origen. Claro está que siempre los clubes con menos recursos serán los que sufren más y de esa forma cuando llega la felicidad coronada con un ascenso o un campeonato se podría decir que se disfruta de otra manera. En este último torneo Patronato vivió en carne propia lo que el fútbol es capaz de hacer con aquellos que no se dan por vencidos, con esos a los que el viento fuerte por más que les mueva el barco no los hunde por el contrario se acomodan las velas y se utiliza ese viento que al inicio era un adversario como un cómplice para seguir adelante. Y de esa manera el fútbol que como las tardecitas de Buenos Aires tiene ese no sé qué le dio a Patronato el sufrimiento y a la vuelta de la esquina el goce, perdió la categoría y salió campeon de la copa Argentina. Dentro de poco esa camiseta roja y negra jugara con Villa Dalmine o Flandria por el torneo nacional B y entre semana con Flamengo u Olimpia por la copa libertadores, si, por el torneo más importante que tiene el continente y el cual muchos equipos argentinos con historias enormes no han podido disputar. Entonces me pregunto el hincha lo va a querer más al club por jugar la copa libertadores, claro que no, el hincha lo va a querer menos por volver a jugar la B nacional, claro que no. Porque esas son cosas circunstanciales, son nada más que un resultado deportivo pero hay cosas que no son efímeras y circunstanciales que son quien te hizo hincha del club, con quien iniciabas el ritual el día de los partidos, con quien te abrazabas en cada gol, cuanto sufriste en determinado momento y con quien gozaste en otro, esas son las cosas que quedan en el corazón y que no se modifican ante nada por el contrario crecen más y más cada día. Y esta es una de las tantas razones que se encuentran en el camino y no en el resultado. Que mal final es capaz de borrar las emociones vividas, las anécdotas perpetuadas en nuestro corazón, el resultado es una excusa pero nunca una razón para ser más felices a través del juego. Valorar el camino de eso se trata en este caso con la moneda de canto y pudiendo ver sus dos caras.

Me imagino al padre Diego elevando sus brazos al cielo como tantas otras veces agradeciendo por esta enseñanza que nos deja el fútbol, por hacerlos pasar a los hinchas del sufrimiento deportivo al goce, de hacerlos dar cuenta que todo puede pasar mientras la pelota siga girando, y allá en un rincón del cielo abrazados a Tito y a la Cata diciéndose uno a otro viste adonde llegamos. Quien te ha visto y quién te ve Patronato. La historia se sigue escribiendo con altos y bajos como todas pero siempre para adelante y sin rendirse. Mientras la pelota siga girando.

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