El filósofo Ortega y Gasset en uno de sus tantos ensayos llegaba a la conclusión de que el hombre era él y su circunstancia. Por “circunstancia” entendía literalmente lo que está a mi alrededor, “circum-stancia”, lo que me circunda. Somos un organismo vivo. Un organismo vivo tiene su medio, decimos que la vida de un organismo está formada por el propio organismo y su medio, forman una unidad, lo que quiere decir que si cambia el medio cambia al organismo y viceversa (esto es importante). Ahora bien, aun siendo organismos vivos, en los seres humanos hay algo más. Los humanos tenemos logos, pensamiento, y por tanto buscamos sentido en las cosas. Nos preguntamos el porqué y el cómo de lo que somos. Así, en buena medida el producto de nuestras decisiones está condicionado por nosotros y nuestras decisiones, pero también por las particularidades del momento y el lugar.
Por esta razón, cuando el filósofo afirmaba eso de” Yo soy yo y mi circunstancia; si no la salvo a ella, no me salvo yo” hacía referencia a la fuerza de dicha unión. La que existe entre quién somos y lo que nos rodea. Es decir, cada uno de nosotros estamos lo queramos o no, condicionados por las limitaciones y libertades que nos facilita el entorno. Debemos por tanto aprender a movernos entre estos caminos con sus alambradas para construir nuestra vida, para sacar de cada circunstancia una adecuada oportunidad. La palabra circunstancia recoge un marco mucho más amplio del que pensamos: la familia, la sociedad, la cultura, un cuerpo determinado
con sus características físicas y psicológicas, la personalidad y el carácter, etc. El “yo”, de hecho, se forma al entender su propia circunstancia y al darle una explicación unida a la de los demás.
Nuestra identidad, por tanto, tal y como nos revela un estudio de la Universidad Estatal de Nueva York en Cortland, se erige por esa interacción entre nuestros procesos cognitivos y los factores externos a los cuales, damos un significado y que de un modo u otro, siempre nos influye. Las circunstancias, lo sabemos, no son perfectas y no siempre nos rodea el ambiente propicio para que todo salga como nos gustaría. A menudo, nos toca tener que decidir con millones de adversidades en contra, y otras parece que todo fluye y que la decisión es clara (generalmente la menos arriesgada). Cualquier situación, etapa o momento que vivimos implica decisiones y como tal, somos de su producto. Al tomar decisiones podemos equivocarnos pero siempre es mejor ser el dueño de las equivocaciones y no ser víctima de ellas obligado por las circunstancias que nos llevan a tomarlas.
“Lo más difícil es la decisión de actuar, el resto no es más que tenacidad. Los miedos son tigres de papel. Puedes hacer cualquier cosa que decidas hacer. Puedes actuar para cambiar y controlar tu vida; y el procedimiento, el proceso es su propia recompensa”
-Amelia Earhart-
En este caso Jean Paul Sartre hablaba de que cuando nos vemos doblegados por ciertas circunstancias somos parte de una realidad “Mixtificada” de un comienzo segundo: somos puestos en un segundo plano, ninguneados por el mundo, por aquella tormenta inesperada que sacude el barco. El marino echa por la borda la carga a fin de sobrevivir, ha sido vencido, elige lo que eligen sus circunstancias y así es puesto en una situación precaria, menesterosa de manera que lo que haga finalmente no podrá ser ni siquiera reconocido como obra suya deja de ser responsable de su libertad. Pero creo que ya es hora de desarrollar que tiene que ver todo esto con la gambeta en el fútbol, por supuesto que mucho, o por menos eso es lo que pienso yo. La gambeta es el comodín que te llega cuando estas por cortar menos diez y te falta una carta, es la llave de todos los candados, la que levanta ovaciones, la que genera el ridículo del adversario y es sin dudas la acción más valiente que un jugador ejecuta, con mucho para ganar y en la misma medida perder. Entonces la gambeta desafía a Ortega y Gasset como también a Sartre porque a ella no le importa la circunstancia, por más critica que sea es la unica acción que la podrá modificar ante el éxito de la misma.
Cuando un defensor es apremiado y rechaza fuertemente la pelota está dándole la razón a Sartre, él ha sido vencido por la circunstancia, ahora si la para, hamaca su cintura y sale con una finta para el lado contrario la cosa ya cambia, el defensor ha desafiado el apremio de la circunstancia y arriesgó gambeteando. Claro que podría también haber gritado a los cuatro vientos en tu cara Ortega Y Gasset. Ahora bien, ¿por qué la gambeta es un bien en extinción?, ¿por qué hoy en día solo unos pocos elegidos tienen el don o la valentía de gambetear? Mientras todos nos miramos repartiendo culpas la gambeta se va apagando lentamente en las canchas de todo el mundo. En las edades formativas se escucha a los profesores dando la indicación de jugar a uno o dos toques, gritar ¡cuidado! No la vas a perder, ojo con hacer una demás etc. Constriñen el desarrollo de la gambeta y por ende del aprendizaje implícito que da la libertad de jugar como el chico quiera no como el fútbol profesional (muchas veces también equivocado manda) Esa creo yo es uno de las causas pero obviamente no la unica. Porque también el jugador que tiene la gambeta incorporada, ese que tuvo la fortuna de tener un formador que le dio la libertad de jugar solo jugar, llega al profesionalismo por su gran habilidad para gambetear y se choca con la realidad. Gambetea todo lo que quieras pero ojo porque si la pierdes dos o tres veces en el intento no sabes lo que te van a insultar le dice un compañero al oído. Sin contar algún entrenador que vaya uno a saber por qué lo que menos quiere en su plantel es alguien que intente gambetear bajo la excusa de que le quita dinámica al juego que pretende. Por una razón o por otra hace rato que se dejó de escuchar en una cancha de fútbol ¡lárgala morfón! Y cuanto se extraña. Que hubiera sido de nosotros si a Maradona no se le hubiera ocurrido gambetear un inglés tras otro para desparramar a Shilton, no quiero ni pensarlo.
Gambe-ta: Etimológicamente la palabra tiene origen italiano. De “gamba” (pierna).Gambetear es realizar movimientos con las piernas. Bailotear. La gambeta es un recurso muy difícil del fútbol, para el cual se dan muy pocos artífices y son cada vez menos, resultado de lo que venimos hablando entre otras cosas más. Lo que si abundan son jugadores habilidosos, pero guarda, ya que se comete el error de confundir al habilidoso con el gambeteador. Esto es un error garrafal como el confundir habilidad con inteligencia, habilidad con técnica, y juego veloz con jugadores rápidos. El gambeteador nace, el habilidoso se forma, el gambeteador es indescifrable, el habilidoso deja pistas, el habilidoso llama la atención, el gambeteador asombra. Hasta podría llegar a decir que el gambeteador cuando le preguntan de que juega tendría que decir yo juego de “gambeteador”.
Muchas veces cuando se encuentra a un chico que llama la atención por su desparpajo en el jugar, metiendo un enganche tras otro, quebrando la cintura, arrancando y frenando, llega alguien y le pregunta: Nene ¿Cómo aprendiste a hacer eso? E inocentemente el niño responde: No me acuerdo fue como cuando aprendí a caminar. Entonces mientras los reyes de la física cuántica del fútbol devenidos en entrenadores de futbol infantil planifican sesiones de entrenamiento copiando al DT de moda actual, tratando a los niños como futbolistas profesionales, lo que están haciendo, espero sin darse cuenta, matando entre otras cosas LA GAMBETA y la creatividad, por eso señores a los niños déjenlos jugar y disfrutar, para sufrir lamentablemente ya tendrán tiempo si se convierten en futbolistas profesionales en el mundo actual donde arriesgar es mala palabra y gambetear cada vez más difícil de realizar. Y vaya paradoja el fútbol, lucha de imprevistos, prescinde cada vez más de la gambeta que es bandera de imprevisibilidad. Si el fútbol es en esencia un juego de incertidumbre e imprevistos, de picardía, de engaño, como puede ser que la gambeta sea cada vez menos utilizada o mejor dicho menos intentada.
Quién fue el raro bicho Que te ha dicho, che pebete Que pasó el tiempo del firulete
Por más que ronquen Los merengues y las congas Siempre fue tiempo pa' la milonga
Vos deja nomás que algún chabón Chamuye al cuete Y sacudile tu firulete
Lo difícil de realizar, tiene por forzosa ley humana un contadísimo número de cultores. La gambeta en el fútbol ocupa ese lugar y ese caso. Por eso al igual que esos animales en extinción que son cuidados al extremo para que se sigan reproduciendo y salvar su especie los gambeteadores necesitan nuestra ayuda. Y al igual que los jugadores nosotros los entrenadores debemos enfrentar la circunstancia que nos apremia llamada exitismo y ganadorismo para que el temor a perder no nos haga prescindir de la acción más desequilibrante en el fútbol que no tiene que ver con superioridades numéricas sino con ventajas cualitativas y el desequilibrio en el uno contra uno. Todavía estamos a tiempo pongamos todos de nuestro lado para que no se extinga la gambeta y su función contracultural.
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