Basquiat era un artista callejero pintaba grafitis, y pequeños cartones cuadrados y rectangulares que vendía mesa por mesa en los bares y en la calle. Un día entro a un bar como de costumbre y dejo los cartones (como siempre hacia) en cada mesa. En una de ellas se encontraba el excéntrico y talentoso Andy Warhol que quedó fascinado por el talento de Basquiat y enseguida le dio su tarjeta. Ese momento fue el comienzo de la caída de Basquiat, su arte ese arte que no estaba viciado de interés comercial ni de objetivos que excedieran la felicidad de pintar solo para ser feliz y poder a través de esas pequeñas creaciones mantenerse dignamente fue captado por otras causas. Enseguida una galerista le montó un estudio para que el pintara y pintara, al principio todo era alegría para Basquiat hasta que la demanda de gente poderosa por ostentar un cuadro de él en el living de sus mansiones fue insoportable. Basquiat ya no pintaba por placer sino por negocio, por demanda, por trabajo y además de eso el era utilizado para que los demás se enriquecieran. Un día Basquiat se cansó y no quiso seguir de esa manera quería volver a ser el artista callejero que a veces comía y a veces no pero que era feliz, pero ya era tarde. Tenía firmado compromisos que él ni entendía. El final de Basquiat fue triste y fatídico. El niño juega y se divierte, es feliz, Va creciendo y esa felicidad se va acrecentando a medida que ve que su sueño se está por cumplir, llegar a ser futbolista profesional. Sigue siendo un ser libre, tiene recuerdos de su infancia, de su primer pelota, de los cómplices en los picados en la calle o en la plaza, de las zapatillas que se rompían muy seguido, de las macetas destrozadas a pelotazos. El fútbol para el es un juego lleno de placer. Hasta que eso empieza a cambiar. Claro ya es profesional, ya no alcanza con divertirse e intentar a traves de esa diversión jugar lo mejor posible, ahora también le exigen ganar, hay que ganar. Y si se gana todo es color de rosa y si se pierde es un desastre. Y de a poco se va olvidando de su infancia, de su felicidad ya ni recuerda que lo trajo hasta este lugar. Solo sabe que hay que ganar para que no haya sufrimiento para generar un mejor contrato una buena publicidad. Ya es un engranaje, es una parte fundamental del negocio. Ya dejo de ser un juego transformado en deporte, ahora es un negocio que utiliza al deporte que alguna vez fue un juego. Y la maquinaria ha llegado a un lugar gigantesco,. poderoso que todos aún sin darse cuenta siguen engrandeciendo porque eso da más dinero y el dinero da poder y una falsa felicidad. Hay personas que son tan pobres que lo único que tienen es dinero. Goliat necesita que aparezca un David. Que la rebeldía de la niñez rompa de un pelotazo el vidrio blindado del poder del negocio. Tal vez se junten entre varios como hizo Ulises con sus marinos para aniquilar al gran Polifemo con un certero golpe al ojo que todo lo veía. ¿Pero que estamos esperando que se llegue al fatídico final de Basquiat? Mientras escribo pienso en la plaza de acá cerca llenas de nenes y nenas jugando detrás de una pelota, sin el virus corriendo por las venas y siento que ahí esta el antídoto que nace en todas partes del mundo, en cada rincón donde algo esférico rueda y pica sin parar. El tema está en que aquellos que acechan para facturar no puedan seguir contagiado al juego de un virus fatal.
DIEGO H FERNÁNDEZ DT
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