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diegofer70

Camino a la excelencia en el alto rendimiento.


El psicólogo español Pep Mari en su recomendable libro aprendiendo de los campeones explica el modelo para ordenar los aspectos psicológicos que participan en el rendimiento con el que trabajan en el departamento de psicología del deporte donde desarrolla su profesión, el mismo es una pirámide con cuatro pasos que son: poder aprender en su base, querer aprender y saber aprender en su estructura y demostrar lo aprendido en su finalización. Él nos dice que los principios para alcanzar el alto rendimiento son los mismos para cualquier actividad y detalla su experiencia con atletas de diferentes deportes, actores, camareros, fuerzas de seguridad, músicos, estudiantes, médicos, empresarios, bailarines etc.

Cada nivel de esta pirámide corresponde a un requisito psicológico necesario para alcanzar el máximo rendimiento (en este caso el deportivo) y lo desarrolla de esta manera:

En la base de la pirámide tenemos el «poder aprender». Hace referencia a la personalidad del deportista y a su entorno inmediato (familia, amigos, pareja, trabajo, etc.). La manera de ser del deportista y sus circunstancias deben permitirle poder aprender, de lo contrario difícilmente llegará a rendir en la medida de sus posibilidades. Y para resumir este primer paso en el desarrollo de su modelo cita una frase del entrenador colombiano Pacho Maturana que dice “Se juega como se vive”.

¿Quieres que tu rendimiento sea regular, consistente y estable? Pues primero debes conseguir que tu estado de ánimo sea regular, consistente y estable. Si normalmente estás contento por la mañana, triste por la tarde y otra vez alegre cuando te vas a dormir, significa que tu humor es muy variable. Con un estado de ánimo tan variable te será muy difícil rendir siempre al mismo nivel. Para poder aprender hace falta tener una personalidad que no tienda a complicarse la vida en exceso y un entorno inmediato que no interfiera en el rendimiento. Los campeones son personas mentalmente sanas y con un entorno que, por lo menos, no resta. Y es que, a veces, la mejor manera de sumar consiste en no restar. Y es que incluso en los deportes individuales resulta imprescindible trabajar en equipo para alcanzar el máximo rendimiento. De la misma manera, el resto de mortales no deportistas, para dar nuestro 100%, necesitamos contar con un entorno que nos apoye. Difícilmente ofreceremos lo mejor de nosotros mismos en la reunión programada para primera hora de la mañana, si ayer noche tuvimos una discusión en casa.

En el segundo nivel de la pirámide nos encontramos con “querer aprender” y en este nivel se refiere a la motivación. Para estar motivado hacen falta dos condiciones: tener muy claros los objetivos que se persiguen y pagar todo el precio para conseguirlos. Este precio está formado por tres impuestos:

• Renuncias y sacrificios para poder optar al objetivo.

• Esfuerzos para cumplir con el programa de trabajo que requiere el objetivo.

• Aceptación de las consecuencias, tanto positivas como negativas, que se derivan de haber optado por ese objetivo y haberse comprometido con esos medios de trabajo.

El Psicólogo nombra a César Luis Menotti diciendo que le escucho decir una de sus frases favoritas “No hay que llorar cuando se pierde hay que llorar cuando se traiciona el compromiso”. En este sentido los ganadores, los grandes campeones tienen muy claros sus objetivos y pagan todo el precio para conseguirlos.

En el tercer nivel de la pirámide se encuentra el saber aprender. Sólo hay dos clases de deportistas: los que buscan una excusa para poder fallar y los que andan buscando una solución para poder acertar. Y esta sentencia tiene mucha razón: si cada vez que fallamos buscamos una excusa para justificar nuestros errores, entonces no tenemos la obligación de cambiar nada. Y si no cambiamos nada, no progresamos. Jorge Valdano expresa que los perdedores se quejan los ganadores aprenden.

Asumir los errores, analizarlos y buscar soluciones son algunos de los recursos que utilizan los campeones para corregir rápidamente sus fallos. Quien sabe aprender nunca comete dos veces consecutivas exactamente el mismo error. Puede que vuelva a fallar, pero nunca por la misma razón. Después de un error viene un análisis. Un análisis que termina con una conclusión. Esta conclusión se convierte en un cambio. Puede que este cambio no sea suficiente para corregir el error. Pero aunque así fuera, algo habríamos aprendido. Ahora sabríamos que ese cambio no es la solución. Fallar consecutivamente, sin cambiar nada entre intentos, equivale a perder el tiempo. El error nos concede la oportunidad de volver a intentarlo. Eso sí, intentarlo de nuevo con un mayor conocimiento.

Si podemos, queremos y sabemos aprender, seguro que aprenderemos. Quizá no aprenderemos todo lo que se esperaba que aprendiéramos, pero con toda seguridad ampliaremos nuestro repertorio de recursos. Ahora, de lo único que se trata es de demostrar lo aprendido. Y es necesario hacerlo bajo presión, en el momento de la

verdad, justo cuando toca. De lo contrario, de nada habrá valido todo el esfuerzo realizado hasta ahora. ¿De qué sirve haber estudiado mucho si nos quedamos en blanco a la hora de contestar el examen? Llega el momento de rentabilizar la inversión. Estamos

en el cuarto y último nivel de la pirámide: «aprender a demostrar lo aprendido»; en otras palabras, «aprender a competir».

Lo primero que tenemos que saber es que no tenemos que hacer especial una competencia sino por el contrario enfrentarlas a todas de la misma manera. Kobe Bryant argumentaba que para él el tiro del final ese que para los demás era tan importante para el solo era uno más de los 1000 que tiraba por partido ¿Cuál era la diferencia? Ninguna.

No hacer especial una cita, una reunión, una conferencia o cualquier actuación es el primer paso para aprender a competir. Todas las citas son igual de importantes, todas las reuniones son igual de complicadas y todas las conferencias igual de difíciles. Todas son iguales, ninguna debe considerarse especial si se quiere estar a la altura.

Para resumir el último nivel de la pirámide, el relacionado con tolerar la presión, Marí utiliza una frase de alguien que ni es deportista, ni entrenador y menos aún psicólogo. Se trata del actor de Hollywood que más westerns ha protagonizado, John Wayne. Y reza así: «Ser valiente consiste en estar muerto de miedo y, a pesar de ello, subirse al caballo». No existen dos clases de personas, las que sienten miedo y las que no. ¿Cómo quieres no sentir presión si te juegas tanto? Sí, en cambio, existen dos clases de vaqueros los que suben al caballo y los que no.

Podemos ahora una vez interpretada la pirámide podemos sintetizar lo que un deportista necesita para llegar a la excelencia en cada uno de los pasos.


1-Para poder aprender: Presentar un estado de ánimo estable, rodearse de un entorno que no reste eficacia a su trabajo, tener muy claros los objetivos que persigue, pagar todo el precio que cuestan esas metas, aprender rápidamente de sus errores y tolerar la presión.

2-Para querer aprender: Basar tu estado de ánimo en tres puntos de apoyo.

• Flexibilizar al máximo tus creencias.

• Combinar la ambición, la humildad y el orden en tu estilo de vida.

• Cultivar la tolerancia.

3-Para saber aprender: Marcarte objetivos con un punto de locura.

• Pagar todo el precio que cuestan tus objetivos y asumir el riesgo de no alcanzarlos.

• Comprometerte sólo con aquello que necesitas, eliges y controlas.

4-Para demostrar lo aprendido: Adquiere el hábito de analizar tus errores.

• Cada vez que aprendas algo nuevo, revisa cuánto sabías hasta ahora.

• Márcate objetivos a corto plazo que te acerquen a tus objetivos a largo plazo.

• Nunca interpretes el error como un fracaso.



Anexamos otro ítem:

Para aprender a tolerar la presión:

• No hagas especial ninguna situación.

• Basa tu confianza en la preparación, el talento y los resultados.

• Cambia las amenazas por los retos y las limitaciones por las posibilidades.

• Date cuenta de los cambios que se producen en tu forma de funcionar bajo presión.


Como vemos todo lo que se ha expuesto se puede aplicar no solo en lo que al deporte se refiere ya que la excelencia es un bien que se paga muy bien en cualquier profesión pero como todos sabemos lleva un gran esfuerzo alcanzarla. El activo económico más valioso es la capacidad de aprendizaje. Una persona podría perder su casa, su auto, su cuenta bancaria y todos sus muebles y quedarse sin nada más que la ropa que lleva puesta pero mientras su capacidad de aprendizaje estuviera intacta podría cruzar la calle y empezar a ganarse bien la vida de forma inmediata. Nunca hay que poner en duda si una meta es o no posible. Solo hay que preocuparse de adquirir los conocimientos necesarios y desarrollar las habilidades precisas para conseguirla. Así se manejan los que aspiran a la excelencia en cualquier ámbito.

Éxito = Hábitos

Hábitos = Repetición

Repetición = Disciplina

El empresario y conferenciante en temas de desarrollo personal Jin Rohn lo tiene muy claro “El aprendizaje es el comienzo de la riqueza. El aprendizaje es el comienzo de la salud. El aprendizaje es el comienzo de la espiritualidad. Buscar y aprender es donde los milagros tienen sus comienzos”. Para finalizar es necesario exclamar a los cuatro vientos que no hay tanta competencia en la excelencia sea en la rama que sea ya que esta se encuentra más en los niveles de mediocridad.

Tal vez muchas veces no se tome conciencia del esfuerzo que hay que realizar para llegar a posicionarse en lugares de elite, se pasa por alto el camino y nos quedamos con la foto de las grandes estrellas levantando un trofeo importante junto con el cheque que completa el premio, pero para llegar a ese lugar hay un largo recorrido donde se disfruta y se sufre, se ríe y se llora, se gana y se pierde no solo partidos, campeonatos o títulos se pierden también momentos, vivencias, experiencias comunes y corrientes como la de todos los seres humanos. Todo no se puede. Desde el instante que se opta por un objetivo se está renunciando a otros y todos los sacrificios que se deben hacer para lograr las metas propuestas forman parte del precio a pagar. Un periodista le pregunto a una nadadora, que había ganado una medalla en unos juegos olímpicos, que había sacrificado para alcanzar tan preciado metal. La nadadora le respondió con un sencillo “nada”. Le contó que pudiendo elegir optó por un estilo de vida de alto rendimiento. De todas maneras esta elección apasionada no conduce directamente al éxito. Pagar todo el precio que cuestan los objetivos propuestos no garantiza lograrlos pero aumenta la probabilidad de conseguirlos y te permite dormir tranquilo. No basta con sacrificarse, además hay que cumplir con el programa de trabajo y persistir en el esfuerzo para alcanzar las metas. Ningún examen se aprueba con un excelente sin estudiar. Ningún valor se alcanza sin esfuerzo y ningún objetivo se logra sin dedicación. Se debe invertir esfuerzo e ilusiones si quieres que los sueños se conviertan en realidad. Nadie triunfa de casualidad. Nadie gana por accidente. Nadie alcanza la excelencia sin querer, cuanto más se trabaja más suerte se tiene. Como decimos muchos entrenadores solo llegan a la élite aquellos deportistas que tienen dos dones: uno para trabajar (refiriéndonos a la dedicación) y otro para desarrollar el deporte que practican (en alusión al talento). Pero entonces que pasa con los que a pesar de todo no logran llegar ¿Qué más se debe hacer para conseguir el objetivo? Pagar todo su precio y asumir el riesgo. El riesgo de, a pesar de, hacer todo cuánto está en tus manos no llegar a alcanzarlo. Por eso detrás de un deportista de elite o una persona de alto rendimiento en cualquier profesión hay una historia de aprendizaje, lucha y superación personal. Muchísimas personas quedan en el camino, pocos son los que lo logran por eso me despido con una frase de Toni Nadal tío y entrenador personal de Rafa que dice: “Nadie es mejor que tu, solo se ha convertido en alguien mejor que tu”

Bibliografía: Aprendiendo de los campeones. Pep Marí

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