Todas las cosas surgen de la naturaleza, el tiempo y la educación, así también las artes florecen y dan fruto en otros lugares de este reino, esta es una afirmación de Herbert Read que se encuentra en la página 202 de su libro “Arte y sociedad” dónde en su apéndice habla del pintor inglés William Hogarth, sus inicios, el transcurrir de su carrera y su final. Pero y esto donde puede establecer un punto en común con el mundo del fútbol. Bueno eso es algo que iré tratando de demostrar a lo largo del escrito. El pequeño Hogarth tenía un don natural para el dibujo. Era algo que le resultaba muy sencillo de hacer, dibujar. La manera que Hogarth logró afianzar este don natural es su rasgo característico y demuestra que desde el principio poseyó esta independencia de espíritu que constituye la clave de todo su desarrollo. Si hubiera seguido el curso normal, habría frecuentado una academia y habría dibujado siguiendo las normas de todos los pintores más sobresalientes de su época y los clásicos, soportando así muchos años de ardua educación. Hogarth ideó su propio método estableciendo como un axioma, que él, podía adquirir y conservar en la memoria ideas perfectamente claras acerca del tema que pensaba dibujar, tendría un conocimiento tan claro de la figura como el que un hombre que puede escribir tranquilamente tiene de las veinticuatro letras del alfabeto y sus infinitas combinaciones…y en consecuencia, sería un dibujante fiel al original. Sea en virtud de haber practicado tales ejercicios, sea por el hecho de poseer un don innato, no hay duda de que Hogarth poseía una memoria visual de agudeza y retentiva excepcionales. Cuando dejamos de ser niños, ya estamos muertos declara el escultor, pintor y fotógrafo Rumano Brancusi considerado uno de los pioneros del arte moderno, pero ¿a qué se refiere? Tal vez a la creatividad y plasticidad cerebral mucho mayor que la de los adultos, esa creatividad que cuando uno es niño no tiene límites La edad de la inocencia es la más fructífera para adquirir conocimientos (esto no suprime para nada el seguir buscando conocimientos a lo largo del tiempo) pero sea cual sea la verdad que la educación en general tanto artística, humanística, deportiva etc. pretende debe volver al significado literal de la palabra e intentar de algún modo sacar a la luz lo latente y suprimido del individuo. Por ejemplo en la educación artística es observación común en que el impulso estético es natural hasta cerca de los once o doce años, ósea, que hasta esa edad los niños poseen un sentido instintivo de las armonías de los colores, de composiciones y construcciones imaginativas con ellos. Luego, como generalmente se cree, con la irrupción de la pubertad estas facultades ceden terreno al juego de facultades más lógicas con sus correspondientes actividades que remplazan y excluyen las estéticas. Creo que podríamos aceptar la teoría de que todos los niños empiezan a vivir con todo el equipo físico o sensitivo necesario para hacer de todos ellos unos artistas. Puede haber una minoría físicamente menos desarrollada que sea totalmente insensible, individuos tan sordos a las diferencias de sonido y tan ciegos a los colores que sean incapaces de reacciones estéticas, pero incluso tal afirmación necesita que la ciencia lo confirme. En el momento de nacer la gran mayoría es estéticamente sensible, y lo que ocurre al niño durante los primeros años determina si tendrá o no una capacidad para la expresión estética, para comunicar sus sentimientos de modo abierto y adecuado con un efecto informativo sobre los demás individuos. Por tanto todos nacemos artistas y nos convertimos en ciudadanos insensibles de una sociedad enteramente culpable de ello, porque o se nos deforma físicamente durante el proceso de educación, de modo que nuestros cuerpos ya no pueden expresarse por medio de movimientos y sonidos naturales. O bien se nos deforma psíquicamente porque nos vemos obligados a aceptar un concepto social de normalidad que excluye la libre expresión de los impulsos estéticos. Freud admitía que la función de la educación es la de inhibir, prohibir y suprimir y siempre lo ha hecho de modo admirable. Esto ¿es tan así? Y de ser así como decía Freud, ¿aplica también al fútbol?
Me remonto a mi Punta Alta natal, visualizo el patio de mi casa en el barrio Ciudad Atlántida y veo a dos niños uno de 11 y otro de 6 años con una pelota despelechada, gambeteándose, jugando a los penales, pateando y pateando sin nadie que les dijera nada, todo era aprendizaje implícito, ensayo y error más la emulación de los jugadores que admirábamos (el gran León Najnudel afirmaba que el mejor método para enseñar era por medio de la emulación) y la práctica, mucha práctica, tiempo mucho tiempo con la pelota, en la mano, en los pies, picándola, pateándola, acariciándola. Lo mismo pasaba cuando íbamos al campito de a la vuelta, al club o a la playa en verano. No mediamos el terreno de juego según la cantidad que éramos, no teníamos límites de toques, porque el que se la comía cuando tenía que pasarla era un “morfon” y el que no se atrevía a gambetear en un mano a mano o ante los dos últimos rivales era un cobarde. Pero entonces ¿cómo lo sabíamos? ¿Cómo lo intuíamos? ¿Cómo lo hacíamos? No es ningún misterio indescifrable, solo es la naturaleza (condiciones que cada uno tenía) el tiempo (que todos le dedicábamos a la práctica) y la educación (la educación sin la educación direccionada).Pero es necesario no quedarnos con la famosa frase “ya no hay más potreros” porque eso es caer en un análisis simplista, echar todas las culpas al avance edilicio es equivoco. Ya Dante Panzeri en el año 1967 en su libro “Dinámica de lo impensado” expresaba que lo que el progreso había ocupado era la mente de los chicos que antes ocupaban los potreros, ganándoles a inclinaciones que otrora se centraban en una pelota de fútbol y agregaba que si el potrero fuera el agente básico del fútbol Europa con su total carencia de ellos no podría teóricamente haber formado los futbolistas que siempre dispuso. A ese escrito de hace 55 años hay que sumarle otros hechos sociales siendo la inseguridad el más relevante. Tal vez habría que buscar también en la “mala educación” cosas que le suceden a los niños en su formación futbolística donde al igual que en el arte la direccionalidad de la enseñanza atenta deliberadamente contra ellos. Entrenadores cada vez con menos vocación de docencia y muchas ambiciones de notoriedad y de esa manera llegar al fútbol profesional, sigo sin entender porque no esperan la oportunidad en el fútbol profesional y dejan tranquilos a los chicos aturdiéndolos con metodologías, tácticas y estrategias profesionales pensando en ganar solamente ¿ganar en categorías formativas? Para que. Por otro lado están los padres, esos que presionan a sus hijos para que jueguen bien, para que ganen, para que los salven. Por eso digo que no se puede caer en el simplismo, se debe contextualizar la situación. El fútbol tiene tres etapas la infantil, la juvenil y la profesional, saben en que se parecen las tres, en nada. Y es comprobable que a medida que la biología hace su trabajo y los niños crecen sus entrenadores van camino a la complejidad del fútbol profesional donde ya la cuestión es otra. Es como la diferencia entre las maestras jardineras, los maestros y maestras de escuela primaria y secundaria y los profesores universitarios, que tienen que ver entre ellos que los une la docencia por lo demás cada uno necesita rasgos totalmente diferentes y la vocación no suele correr por el mismo cauce; en el fútbol pasa lo mismo. Pero la información en forma de cataratas y el poco discernimiento de ella por parte de los que la reciben debido a la falta de pensamiento crítico de los mismos hace que se logre una ensalada difícil de digerir. Estamos borrachos de teoría escribía Thoreau y si encima la ordenamos en cajones equivocados peor. No entiendo como todavía hay directores técnicos que afirman muy sueltos de cuerpo que “yo hice a mengano” refiriéndose a algún valor de moda. Un gran jugador nace como tal, lo desarrolla el medio ambiente y recién aparece el entrenador para moldearlo, decía enojado Najnudel y al igual que en el arte con otras palabras nos habla de la naturaleza, del tiempo y la educación, la buena educación. Además de esto hay que hacer una gran aclaración que tiene que ver con esa creencia de la gente de que el futbolista de elite llego porque juega bien cayendo en un gran error ya que las condiciones de ejecución del juego más sus capacidades condicionales son solo una parte de un todo, la parte está en el todo y el todo está en la parte y jugar bien técnica, táctica y estratégicamente es una parte no el todo. No me alcanzaría una hoja para escribir la cantidad de nombres a lo largo de la historia que jugaban mejor que muchos pero sin embargo no llegaron.
Debería descubrirse un punto óptimo de la educación en que esta haga el mayor bien y el menor mal. Se trata de encontrar cuanto puede prohibirse en qué momento y por qué medios, igualmente, es cuestión de encontrar cuanto puede fomentarse en qué momento y por qué métodos pero sin alterar la naturaleza y el tiempo que se necesita para recoger los frutos. Buscar el fomento de los instintos y como escudo contra las medidas disciplinarias de la corriente concepción de la educación, esta que desarrolle anteriormente, una corriente alejada de lo natural y pensar en un futuro próximo volviendo a los orígenes a pesar de las otras atracciones que hoy poseen los niños.
Volveré al arte hablando de aquellos niños con espíritu sensible que son enviados a las escuelas de arte para que aprendan a dibujar y modelar según las normas estrictas de la educación académica y practiquen todos los demás ejercicios que la curricula mande. Solo uno entre mil de estos espíritus tendrá una fuerza creadora mayor que la de un burro, poseen receptividad, pero son estériles. En un cierto nivel, podrían tomarse algunas medidas para preservar la espontaneidad creadora de la infancia, pero hoy en día, cuando los padres o el maestro deciden hacer del niño un artista, su destino está decidido. Es inútil discutir si la psicología será alguna vez capaz de controlar el desarrollo del individuo en su más tierna infancia hasta el punto de que una inclinación, por ejemplo una inclinación artística o deportiva esté sujeta a una elección y dirección conscientes. Por lo pronto hay que tratar de conseguir generar los mejores contextos para desarrollarse al niño sumado a los que pueden proporcionar su herencia y su medio ambiente. De todos modos la práctica es la madre de la destreza y sin ella es más complicado mejorar. Mi hermano Darío ex futbolista profesional y uno de los mejores gambeteadores que vi (esto puede ser comprobado viendo algún video en YouTube) apodado por el periodismo “firulete” Fernández en su niñez había solo dos momentos en los que no estaba con la pelota en sus pies, cuando dormía y cuando estaba en la escuela. Puedo asegurar que tranquilamente él estaba con la pelota de 4 a 6 horas diarias. En el patio, solo, haciendo jueguitos, o mejorando la técnica dándose pases contra la pared o jugando con algunos vecinos en la vereda. Digamos que si sumamos el fin de semana, no es descabellado decir que él estaba de 40 a 50 horas semanales con la pelota. Y si bien la herencia y el medio ambiente ayudaron no hay dudas de que su habilidad y técnica individual estuvo muy ligada a la práctica en un contexto de libertad. Y lo afirmo por la sencilla razón que no me lo dijo la teoría que emana de un libro, el enciclopedismo que Sábato miraba de reojo como un mal de la educación, sino el hecho de haberlo vivido. El juego libre en el momento de mayor recepción del niño es lo que hará seguir el cauce natural de su inclinación. Después el tiempo seguirá su curso y su estilete invisible lo moldeara a imagen y semejanza de la naturaleza que lo concibió con sus componentes genéticos y el medio ambiente que lo cobijo para que la educación (la buena educación) se encargue finalmente de convertirlo en lo que tenga que ser a través de la libertad del juego que vivió cuando era apenas un niño.
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