El filósofo Fernando Signorini, no me he equivocado, para mí su primera profesión es la filosofía y después la de preparador físico entre otras, en una disertación en México les pedía en tono elevado por favor a los entrenadores que en plena arenga motivacional gritan ¡a ganar, ganar y ganar! Que no lo hicieran más y que cambiaran la palabra ganar por la palabra jugar. ¡Pero claro! vamos a jugar, vamos a realizar en el campo de juego lo que hizo que amaramos este juego, la esencia misma del fútbol, el jugar. Ganaremos, perderemos o empataremos, es inevitable que al finalizar el partido no caigamos en alguno de los tres resultados, ya que no existe ningún otro todavía. Eso está muy claro pero también tendría que estar muy claro que cualquiera de esos tres resultados será solo una consecuencia de cuanto nosotros juguemos y de cuanto el rival juegue. Esto no es piedra papel o tijera que cada uno tira una de las tres opciones contra otro y ahí se dirime la cuestión, de antemano todos buscan ganar y los dos realizan las mismas arengas ¡A ganar, ganar y ganar! Que fácil sería si todos ganaran solamente diciendo en una arenga a ganar, ganar y ganar. Y si intentamos jugar y desde ese punto de partida ver que consecuencia nos da como resultado.
Si viéramos un dibujo de la teoría de la evolución de Charles Darwin pero iniciando la secuencia con un niño humano, luego un adolescente y finalizando ya convertido en hombre cada uno de ellos con una pelota en los pies observaremos las claras diferencias de edad pero la misma similitud en la satisfacción de seguir con la pelota en los pies hasta el resto de sus días en la tierra, eso es porque la pelota le sirve para jugar al fútbol y ni siquiera se piensa cuando inicia la secuencia en ganar, solo en jugar, lo de ganar se construye después como efecto de la competencia inherente al comportamiento humano pero la satisfacción primaria es la de jugar no la de ganar. Y si bien el fútbol que vemos hoy en día ha recuperado con algunos exponentes la valentía de jugar por sobre el solamente ganar, las presiones hacen lo suyo para que el temor a perder siga sosteniéndose en igual o mayor medida que los otros que resisten a esa perspectiva ganadorista de no importa el cómo sino el qué. El escritor británico Herbert Read en su ensayo sobre “Arte y sociedad” dice que para que una obra posea un interés artístico y sea considerada una creación artística ha de tener hablando en términos generales una energía vital en la cual lo universal no se halle presente como ley máxima, sino como elemento activo unido con el alma y las emociones, del mismo modo que también en la imaginación, lo universal y racional se halla en ella solo en tanto que forman una unidad con fenómeno sensible concreto” Por eso dejándonos llevar por esta afirmación de Read el fútbol es una creación artística sin ninguna duda. Y podríamos también igualarnos al arte como prosigue el autor “…en este caso el mensaje siempre aparece como más importante, más urgente, que el modo de comunicarlo y los hombres olvidan que en arte, lo que en definitiva importa es el modo” y eso hemos olvidado en el mundo del fútbol si hacemos una comparación diríamos que la urgencia de la victoria hizo olvidar el modo de lograrla. Hace unos días siguiendo un hilo en twiter un habitante de la red social del pajarito ante una publicación en la que Jorge Valdano decía “Pasa algo grave jugar a dos toques significa no juegues. El juego tiene que ver con la libertad, sobre todo en la fase de aprendizaje” sostenía que este fútbol moderno arruinó el potrero y la simpleza del juego. Y a continuación escribía: “4-3-1-2 simple y efectivo, hoy en día los delanteros corriendo a los defensores hasta el área propia, ya no se juega con enganche, se perdió toda libertad futbolística porque alguien dijo que si dos no corren tenemos desventaja”. Pero vayamos por partes ante este pensamiento. Debemos decir que no es tema ni antiguo ni moderno, podemos buscar varios matices, uno de ellos un tema de gustos, otro de interpretación futbolística basada en la formación del entrenador y por último y en la que yo me paro que es una cuestión de valentía y determinación donde si en esta vida no hay nada más arriesgado que no arriesgar entonces arriesgaré como sostiene Juanma Lillo y en eso radica la situación en una cuestión emocional no racional. Vayamos a un ejemplo didáctico, si el lateral derecho adversario pasa al ataque constantemente y mi extremo lo sigue continuamente es indudable que estoy fortaleciendo el ataque rival en vez de limitarlo pero ¿Por qué? Muy simple porque ese lateral sabe que puede ir para adelante sin problemas porque aunque la aventura salga mal no correrá ningún tipo de riesgo a sus espaldas ahora esto sería muy diferente si el extremo se queda descolgado a sus espaldas y que al perderla el atacante supiera que habría problemas serios, ahí nos preguntaríamos si este lateral aun con la ventaja cuantitativa se comportaría de la misma manera. Y lo mismo pasa con la posición por ejemplo de enganche donde se sostiene que en fase de no posesión el equipo pierde un jugador en la recuperación debido a las características genéticas del tipo de jugadores que ocupan esa posición, esto solo termina siendo una anécdota táctica y estratégica pero lo único que esconde es una gran preocupación psicológica sobre la ventaja que le doy al rival, ahora bien si mi enganche es uno de los mejores jugadores del mundo me pregunto ¿eso no me da una ventaja?.
Estas situaciones, teniendo bien claro que jugar a la pelota no es lo mismo que jugar al fútbol, se dan por una sola razón el miedo a perder y no el placer por intentar ganar. Por eso la estrategia al igual que en el ajedrez es mental, yo te puedo dar una ventaja a vos pero ¡ojo! Que esa ventaja sino la aprovechas yo también la voy a tener a mi favor. Yo digo que los equipos juegan y plantean sus partidos de la misma manera que su director técnico vive, es imposible que la personalidad del entrenador con todos sus componentes psicológicos no se mimetice en el campo de juego. Esto es igual que en la escuela primaria cuando coleccionábamos figuritas había chicos que tenían muchas pero solo eran compradas o regaladas y no jugaban para ganar más, otros tenían muchas y apostaban jugando a la amontonadita o al arrime o a ver quién las daba vuelta con la palma de la mano, iniciaba la competencia y al perder una o dos se iba, no arriesgaba más y otros tenían una gran cantidad y no importaba que perdiera y perdiera seguía jugando hasta que con la última que le quedaba no solo recuperaba todas las perdidas sino que también ganaba varias más. Ahí tenemos las tres personalidades que habrán y seguirán acompañando a cada niño ya como hombre en la profesión que hayan elegido y en el quehacer diario de su vida. Con los entrenadores pasa lo mismo, esto es así o ustedes imaginan a un entrenador que tiene el placard con toda la vestimenta ordenada por colores, texturas y confección dirigir un equipo desordenado, anárquico e imprevisible, yo no lo imagino.
Ganar es hermoso y es el fin que todos perseguimos, yo no conozco a nadie en el mundo del fútbol que no quiera ganar, pero jugar es inconmensurablemente superior a ganar. El ganar te da muchas cosas y el jugar solo jugar para ver si después ganamos te da muchísimas más. Por eso es tan nociva la pregunta que se le hace a los niños cuando van a la escuelita de fútbol y al llegar a la casa, los padres, los abuelos o los tíos le preguntan ¿Cómo salieron? . Esa pregunta se hace al final de todo y si no se hace mucho mejor. ¿Te fue bien? ¿Te divertiste? ¿Disfrutaste? ¿Jugaste como a vos te gusta? Y algunas muchas más preguntas que se deben hacer sin caer en la tan recurrente ¿Ganaste? Ahí empieza la deformación esa que después tanto nos preocupa, la misma que genera angustia, frustraciones y violencia, dando a entender que lo más importante es ganar lo demás todo lo demás es secundario. Julio Velazco entrenador de voleibol y gran exponente de la realidad que vive el deporte y la sociedad se pregunta porque se le dice a los chicos o grandes ¡Hola campeón! Sin haber salido campeon y dando a entender que ser campeón es sinónimo de ser buena persona otra vez poniendo como en tantas ocasiones el ganar por sobre todo. Se pierde más de lo que se gana es algo natural en el mundo del deporte generalmente como dice Marcelo Bielsa “los seres humanos de vez en cuando triunfan pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan muy de vez en cuando. Muy de vez en cuando”. A lo que yo agrego que los seres humanos juegan o deberían jugar siempre o por lo menos intentarlo desde la forma más pura y amateur porque lo más importante señoras y señores es jugar y es lo que nos hizo felices desde que tenemos uso de razón. Desde que se dejó de intentar jugar para producirnos felicidad por solamente ganar, el tema empezó a empeorar. Y todos somos responsables. Los dueños del negocio porque el ganar trae dividendos económicos, los técnicos porque si no ganan se quedan sin trabajo, los jugadores porque sienten el temor de perder y de esa forma no progresar en esta sociedad que declara fracasado al que no gana y exitoso al que lo hace, el hincha porque no soporta el perder poniendo en duda el contenido de la canción “en las malas te quiero más”, y así el jugar queda en segundo plano porque mientras se gana no importa cómo, el mundo está feliz, pero la victoria esconde errores que también pasan de largo.
La idea es volver a la felicidad del juego más allá del resultado. Ese utópico sueño en la sociedad deportiva actual es a lo que debemos aspirar los que verdaderamente amamos al fútbol como juego y deporte. La evolución nos ha robado la esencia de muchas cosas. Por favor no nos dejemos robar la satisfacción que en la niñez y en la adultez nos produce el jugar, queriendo ganar por ganar, sin disfrutar del placer de jugar para que eso suceda.
“Es en el juego y solo en el juego que el niño o el adulto como individuos son capaces de ser creativos y de usar el total de su personalidad, y solo al ser creativo el individuo se descubre a sí mismo”
Donald Woods Winnicott
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